A
lo largo de la vida diaria las personas se enfrentan a diferentes
situaciones donde ponen en marcha una diversidad de mecanismos para
integrar lo sucedido. En algunos casos frente a sucesos de cierta
extremidad, o sentidos como tales, las personas manifiestan vivir un
corte espacio-temporal en sus vidas. Se trata de un antes y después
de lo vivido, teniendo la sensación de una interrupción o punto de
inflexión en sus vidas.
Durante
esas experiencias o situaciones traumáticas, las personas por un
tiempo pueden experimentar pesadillas, recuerdos recurrentes;
flash-backs; insomnio; sintomatología física y emocional asociada
y/o lapsus de memoria en diverso grado e intensidad. Todas ellas
expresiones de aflicción, sufrimiento y/o evitación que reflejan
respuestas normales frente a sucesos, que algunas veces incluso
pueden llegar a ser anormales desde un enfoque humanitario
(Summerfield, 1999).
Tras un tiempo prudencial las personas pueden retomar varios caminos. Algunas logran recuperarse y volver a integrar lo vivido al curso de la vida. A veces eso conlleva aprendizajes profundos y cambios en sus vidas pudiendo observarse un mayor crecimiento personal y/o espiritual. En esos casos desde la corriente o escuela francesa se habla de crecimiento post-traumático o resiliencia
En
cambio en otras personas esto no es tan fácil e inician un camino de
mayor sufrimiento. En estos casos las personas pueden desarrollar
dificultades que se han definido como “trastornos por estrés
postraumático”. Todo ello puede conducir a una desadaptación
psicológica y/o social. Dentro de este último grupo, existe un
número considerable de personas, que aún sin llegar a desarrollar
un desorden mental y siendo completamente funcionales, presentarán
dificultades frente algunas áreas de su vida, ya sea la pareja, la
familia o a nivel laboral, desarrollando, en cierto grado, un
malestar o sensación que no se acaba de apaciguar por más éxitos
que se logren.
Lo
común a los tres casos es que todas las personas experimentan
cambios frente a un “evento traumático” y que no todos estos
cambios comportarán en si mismos un daño en la psique hasta llegar
al Trastorno Mental, tal y como queda descrito en el DSM-V (Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales).
La simple exposición a un evento no es indicativa, ni explica completamente el porqué algunas personas desarrollan sufrimiento a largo plazo y otras no. Todavía hoy no comprendemos en profundidad la mente humana y su capacidad de auto-regulación para proponer programas de apoyo eficaces y adaptados a la diversidad. Muchos han sido los intentos por describir los elementos claves que pronostiquen el camino que la persona desarrollará tras un evento traumático, sin embargo, no es tan fácil dada la complejidad de la psique humana. Ésta se encuentra inmersa en un entorno socio-cultural diverso, convirtiendo la clásica relación causa-efecto en un entramado multifactorial de elementos frente a cada situación específica. A lo largo de los POST que vamos a publicar, trataremos de dilucidar algunos aspectos a través del aporte teórico y práctico del modelo de Terapia Integrativa Avanzada, (AIT).
A lo largo de los POSTS, vamos a desarrollar la teoría necesaria para comprender aún más el papel de Trauma en la psique humana y porqué es necesario desarrollar terapias integrativas capaces de dar respuesta a sus efectos.